Las enfermedades ambientales “emergentes” abocan a un nuevo paradigma de enfermedad y de medicina

Desiré es una niña de 14 años que, desde hace tres, padece una Sensibilidad Química Múltiple (SQM) que le impide ir al colegio sólo porque allí limpian con lejía y otros productos abrasivos para ella y ante los cuales “el oxígeno para respirar me desaparece poco a poco”. Marta se quitó, hace siete años, tres amalgamas dentales antes de quedarse embarazada para no transmitir a su futuro hijo los metales de esas piezas odontológicas; a partir de entonces, la intoxicación por mercurio y plomo le ha provocado, al parecer, Síndrome de Fatiga Crónica y fibromialgia. Amparo trabajó durante años en la oficina de una constructora cuyas vistas eran unas torres de alta tensión; al cerrar la empresa, se llevó, además del finiquito, una electrosensibilidad que le dificulta hasta las tareas cotidianas más sencillas.

En España se estima que existen 300.000 personas como ellas. Personas que padecen enfermedades de sensibilización central como consecuencia de la contaminación química y las radiaciones a las que todos estamos expuestos. Pero, además, otras muchas patologías en aumento, como diabetes, autismo, hiperactividad, trastornos reproductivos, alzheimer, Parkinson, esclerosis múltiple o cáncer de mama se cree que son debidas, al menos en parte, a la creciente contaminación física y química que sufrimos todas las personas, especialmente, en las ciudades. ¿Qué está pasando?

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“Todos –advierte la doctora Pilar Muñoz-Calero, directora de la clínica de medicina ambiental de la Fundación Alborada en Brunete (Madrid)- podemos ser afectados en cualquier momento e incluso, ya estarlo, debido a los miles de tóxicos existentes aún no investigados en profundidad. No queremos provocar alarma pero sí alertar del riesgo del uso abusivo de químicos tóxicos en productos que usamos todos los días y en nuestras casas y lugares de trabajo, así como de todas las radiaciones artificiales a las que estamos sometidos y sus efectos en la salud”. La buena noticia es que hay tratamiento para las enfermedades causadas o agravadas por la toxicidad ambiental y ese tratamiento produce mejoría casi siempre y da a los afectados la posibilidad de una vida digna y sin dolor. Así lo ha demostrado el doctor William Rea, que dirige la Clínica de de Salud Ambiental de Dallas y que ha tratado a más de 30.000 enfermos ambientales. La propia doctora Muñoz-Calero está consiguiendo resultados óptimos siguiendo las enseñanzas de Rea.

El mejor tratamiento, sin embargo, empieza con la prevención de la exposición a tóxicos y radiaciones, en muchos casos, cambiando de residencia o lugar de trabajo. Y, siempre, mirando hacia las causas del problema. “Intentamos averiguar todo aquello que a su alrededor le pueda estar intoxicando –matiza Elisa Sánchez Casas, colaboradora de la Fundación Alborada-: pesticidas, aditivos y colorantes de alimentos, ftalatos y almizcles sintéticos de las colonias, formaldehidos de ambientadores, ropa y muebles, fijadores derivados de hidrocarburos para las fragancias, etc.” Desde 1965, se han creado cuatro millones de compuestos químicos diferentes de los que unos 100.000 se producen y comercializan actualmente. Un buen número de ellos son tóxicos y solubles en grasa, por lo que tienden a acumulares en el tejido graso. Por su parte, la eclosión de la telefonía móvil y otros muchos aparatos que emiten radiaciones han disparado una contaminación electromagnética cuyos efectos nocivos empiezan a ser reconocidos por la Organización Mundial de la Salud y por miles de expertos que, durante años, han desafiado con sus advertencias al poderoso sector de las telecomunicaciones.

“Estamos ante un nuevo paradigma de enfermedad causada por la toxicidad múltiple y por la falta de sentido de vivir desconectados de nuestro palpitar con la naturaleza -explica José Francisco Tinao, vicepresidente de la Fundación Vivo Sano y también ponente del Congreso de Medicina Ambiental-. La medicina ambiental es una ciencia fascinante, precisa y de aplicación obligatoria para aliviar el sufrimiento de los enfermos que se liberan así de los tóxicos agresivos que tienen acumulados en su propio cuerpo”.  Para muchos, el estudio y tratamiento de los tóxicos ambientales va a ser en el futuro lo que la microbiología fue en el pasado.

Y hay mucho que estudiar, porque, de momento, son abrumadoramente más las preguntas que las respuestas. ¿Por qué unas personas parecen tolerar estas agresiones y otras enferman? ¿Qué desencadena la patología? ¿Por qué afectan mucho más a mujeres que a hombres? ¿Hay modo de tratar estas patologías? Para responder a estos y otros muchos interrogantes clave en la salud del siglo XXI, algunos de los más reputados expertos mundiales en medicina ambiental se darán cita, del 24 al 26 de junio, en el Colegio Oficial de Médicos de Madrid, en el Quinto Congreso Internacional de Medicina Ambiental que organizan la Fundación Alborada y la Fundación Vivo Sano.